Según estudios de varias consultoras de turismo, a la hora de innovar desde el punto de vista del valor del consumidor, debemos cambiar nuestro paradigma. El cliente que entra en nuestro restaurante es “un buscador de felicidad” , y no un consumidor. Por ello es necesario entender sus motivaciones, saber cómo valora las dimensiones de nuestro servicio, y finalmente ser conscientes de las emociones que percibe a la hora de interactuar con nuestro servicio y productos (platos).Para el cliente, el valor de un restaurante se basa en la vivencia de emociones positivas.
El diseño de los procesos de servicio y producto es algo inherente a la empresa, pero ajeno por completo a lo que el cliente espera. De hecho a nuestro cliente potencial le interesa bien poco si nuestro restaurante ha definido sus procesos de trabajo, o si por ejemplo utilizamos fichas de producción para la elaboración de los platos. En estos aspectos técnicos el consumidor ni sabe ni quiere saber.
El problema es que dicho enfoque hace que habitualmente las empresas estén más preocupadas de que los procesos se cumplan según los estándares que de “escuchar y sentir” las emociones de sus clientes.
Hostelpime incorpora procesos directamente relacionados con la percepción positiva del cliente hacia nuestro negocio
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